Oh valiente varón de dolores
Que pagaste en la cruz el desprecio
De quiénes en sus locos clamores
Te mataban sin tino y sin precio.
Esa sangre que manó tu herida,
Esos clavos tajantes, siniestros,
Esa boca sedienta de vida
Y esos ojos que mueren abiertos.
Oh locura infinita y absurda
De las ciencias, la más escondida,
Ver a Dios saturado de burlas
Ver al hombre surgente de vida.
Dame Cristo la ciencia divina
Que me embriaga a la vez que lastima,
Y tu rostro clavado de espinas
Será surco en aquel que camina.
10- 09- 2000
martes, 3 de julio de 2007
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