martes, 3 de julio de 2007

A MI MADRE

Tus ojos me serenan tempestades
Tu abrazo me entreduerme en el arrullo,
Sí, en Ti, está la paz, la vida sin edades
Y el beso entre mis labios, tu murmullo.

Tu rostro me asegura que aún no he muerto.
Yo sé que en tus entrañas canto y vivo.
Si bien en mis adentros, estoy yerto
Por Ti, en mis dolores, surjo altivo.

Tu vida me sostiene en el hastío:
Es duro este camino sin bonanzas.
Tu agua la recibo como un río,
Tus manos se hacen surcos de esperanza.

Por eso te celebro con nostalgia.
¡Tan dulce es el recuerdo de tu nombre!
Él llega a mí, cual más fina fragancia,
Aquella que por hijo, me hizo hombre.

11- 10- 1995

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